Flores de Bach para equilibrar nuestros sentimientos
Llega febrero, y aquí en San Miguel empezamos a formar nuestra rutina. Ya pasaron esos meses en los que jugamos a ser turistas, también pasaron las fiestas de fin de año y hasta los propósitos de año nuevo. Digamos que empezamos a vivir la vida real por acá. Sin embargo, todavía no nos sentimos al 100 en casa. Es normal. Conocíamos cada rincón de nuestro barrio. Extrañamos los amigos, la familia, la casa. Extrañamos esa sensación de seguridad que te da lo conocido. La familiaridad que encuentras al estar por años, con esas personas que te rodean.
Aquí no conocemos a casi nadie. No dejamos de ser los nuevos. Las personas pueden ser amables, pero no tenemos una historia con ellos. Es esa sensación de que nos saludan, pero no nos incluyen en sus planes. Creo que lo estoy tratando de decir es que nos sentimos aislados. Extraño terminar el día y poder buscar a mi amiga para ir a su casa a platicar. O darme un descanso a medio día para visitar a mi otra amiga en su farmacia. Lo mismo les pasa a las niñas. Ya se dieron cuenta que esta es su nueva escuela. Su nueva vida. Además, en nuestra última visita (tuvimos 4 en los primeros 3 meses) fue claro cómo la vida allá sigue sin nosotros. Era normal, no esperaba que se detuviera porque faltamos, sólo fue evidente y eso de alguna forma nos recuerda que nosotros también tenemos que avanzar. Puede dar miedo.
Me gustan las Flores de Bach, porque podemos cada uno equilibrar nuestros sentimientos a través de ellas.
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Cuando nos mudamos no pensé muy seriamente en cómo me sentiría como migrante. Las dos veces anteriores que salí de la Ciudad de México fue como estudiante y la sensación es completamente distinta. En esas ocasiones sabía que regresaría en una fecha definida y que todo me estaba esperando ahí. Esta vez quemamos barcos, vendimos la casa y nos venimos a la aventura. No me arrepiento ni por un minuto. Es sólo esta sensación que creo se llama añoranza. Sin mencionar la responsabilidad que siento como mamá y adulta responsable de la aventura que está a mi cargo.
La mayor parte del tiempo me siento emocionada. Por mi cabeza pasan ideas entusiastas, como construir toda la carpintería de la casa, o remodelar los muebles que tenemos. Me imagino el proyecto terminado y a ustedes viniendo a tomar clases y quedándose con nosotros. Se me ocurren clases, cursos, y actividades para hacer de este espacio el más divertido y enriquecedor.
Pensando en mis hijas siento que aquí puedo hacer lo que siempre soñé para su educación y que en la CDMX no podía. Por ejemplo, enseñarles a ser autosustentables o hacer escuela en casa e ir por las ciudades aprendiendo sobre la Independencia justo en el lugar donde sucedieron las cosas. En esta ciudad se pueden conectar mucho mejor con ellas mismas y con su entorno. No estamos corriendo todo el día ni vivimos con la presión que se vive en la Ciudad.
Si hay un tema que nos rodea en estos momentos son las emociones. No hay buenas ni malas, y tampoco puedo generalizar que lo que siente uno lo sentimos los demás. Por eso me gustan las Flores de Bach, porque podemos cada uno equilibrar nuestros sentimientos a través de ellas. Porque son personalizadas y nos ayudan a encontrar el punto medio. Para así disfrutar esta aventura en lugar de sufrirla.
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Él nos lo dejó con esta leyenda: Esta obra de curación se ha hecho, publicado y distribuido gratuitamente para que la gente como vosotros podáis ayudaros ya sea en la enfermedad o para manteneros sanos y fuertes. Esto lo dijo poco antes de morir, en su cumpleaños número 50 el 24 de septiembre de 1936.