El Desapego
Mi abuela materna me enseñó el desapego.
Un día estábamos mis tías, mis hermanas y yo en la sobremesa. Ella subió a su cuarto y bajó con muchas fotos dentro de una caja. Nos platicó de cada una. Nos mostró su casa de chiquita, sus hermanos, su boda, fotos de mi mamá y mis tías de niñas, y así, el pasar de sus más de 80 años.
Al terminar, nos preguntó si nos queríamos quedar con alguna. Cada quien escogió sus preferidas. Después tomó las restantes y empezó a romperlas. Al preguntarle por qué hacía eso, dijo que ella se acordaba, que nosotros ni conocíamos a esas personas y que ya cada quien tenía lo que había elegido.
A muchas personas les parece radical. A mí me enseñó que no necesito algo tangible para poder recordar. Que el recuerdo está dentro de mí. Cuando ella murió, me tocó estar con mi tía y mi madre para revisar la casa. Tenía todo lo que necesitaba, y al mismo tiempo no tenía nada. Arreglar sus espacios fue cosa de una mañana.
Una vez más me recordó que no necesitamos estar llenos de cosas para estar bien. Ella nos enseñaba muchas cosas, nos platicaba de todo lo que vivió al crecer con el siglo, pero el desapego, por mucho, ha sido una de sus mejores lecciones.